“Cuando estamos ahogándonos en el fondo del mar, no tenemos tiempo de pedir un salvavidas. Esperamos que alguien lo arroje” I.T.
A raíz de una vivencia personal comencé a buscar información sobre las secuelas que puede dejar en una persona haber sido víctima de un delito violento (muerte de un familiar o amigo en un hecho delictivo, secuestro, violación, robo violento, etc).
Cualquier hecho tiene la cualidad de ser potencialmente traumático y, a su vez, un hecho, aún el más grave, no necesariamente se transforma en un trauma. Todo depende de las características del aparato psíquico del involucrado y de la capacidad de absorción que tenga de la situación vivida. También dependerá de una sumatoria de factores individuales difíciles de identificar de antemano, por lo que cada persona reaccionará a un acontecimiento objetivamente violento de distinta forma.
Según Kilpatrick, Saunders, Amick-McMullan, Best, Veronen y Jesnick (1989), los delitos violentos son sucesos negativos, vividos de forma brusca, que generan terror e indefensión, ponen en peligro la integridad física o psicológica de una persona y dejan a la víctima en tal situación emocional que es incapaz de afrontarla con sus recursos psicológicos habituales.
Si la situación es vivida como traumática -lo que por lo general sucede- supone una quiebra en el sentimiento de seguridad de la persona. Como consecuencia, todo el entorno familiar vivirá las consecuencias y padecerá también ese sentimiento de inseguridad. No sólo la o las víctimas directas tendrán sobre si la vivencia sufriente; toda la estructura familiar quedará alterada. Para Hanson, Kilpatrick, Falsetti y Resnich (1995) es de interés especial el conocimiento de las reacciones y secuelas emocionales que arrastran muchas personas -en su mayoría mujeres y niños- durante períodos prolongados, incluso a lo largo de toda su vida.
Esta inquietud se me presentó al intentar determinar si era correcto utilizar el término “víctima” al vivir un hecho delictivo violento. No lo pareció, al menos al principio, ya que en el caso particular que analicé, resultó muy dificultoso que algunas personas del entorno directo de los involucrados comprendieran la gravedad del hecho y el alcance de sus consecuencias psicológicas. Pero al menos la bibliografía internacional consultada coincide en que se le puede otorgar la calificación -aunque antipática- de “víctima” a quien se ve compelido a pasar por un acontecimiento violento producto de un delito.
La gama de reacciones percibidas en el entorno fueron desde el apoyo y contención hasta la frialdad y la indiferencia. Cada persona reacciona frente a lo siniestro con el armamento mental y espiritual con el que cuenta. Un hecho delictivo violento afecta no sólo a los involucrados y su entorno familiar directo, sino a los grupos sociales adyacentes, como pueden ser amigos, conocidos, vecinos y compañeros de estudio (en el caso de los niños y adolescentes en edad escolar).
Tal es así que a lo largo de la historia podemos ver que incluso el Derecho Penal se ha focalizado principalmente en las lesiones físicas de las víctimas, pero no ha merituado debidamente el daño psicológico. Ha sido en los últimos años donde se han producido cambios en esta desajustada forma de ver el hecho violento, recién cuando comenzó a pensarse a la salud como un concepto integral bio-psico-social, y no sólo como la ausencia de enfermedad.
El “quantum doloris” (la evaluación del daño psíquico) no es sólo importante para la traducción jurídica sino, fundamentalmente, para la planificación de un tratamiento en consultorio. Desde lo jurídico, dicha evaluación influirá en conceptos tan concretos e importantes como una compensación adecuada, la tipificación de los daños o incluso determinar la incapacidad laboral, ítem no siempre suficientemente analizado a la hora de evaluar las secuelas en las víctimas.
Según Echeburúa, de Corral y Amor (2001) el daño psicológico se refiere, por un lado, a las lesiones psíquicas agudas producidas por un delito violento, que, en algunos casos, pueden remitir con el paso del tiempo, el apoyo social o un tratamiento psicológico adecuado; y, por otro, a las secuelas emocionales que persisten en la persona de forma crónica como consecuencia del suceso sufrido y que interfieren negativamente con su vida cotidiana. En uno y otro caso, para estos autores, el daño psíquico es la consecuencia de un suceso negativo que desborda la capacidad de afrontamiento y de adaptación de la víctima a la nueva situación. Concuerdan con esta postura Pynoos, Sorenson y Steinberg (1993).
Dentro de los daños psíquicos en víctimas de delitos violentos mayoritariamente citados por los autores consultados podemos observar:
- Sentimientos negativos: humillación, vergüenza, culpa o ira
- Ansiedad
- Preocupación constante por el trauma, con tendencia a revivir el suceso
- Depresión
- Pérdida progresiva de confianza personal como consecuencia de los sentimientos de indefensión y desesperanza experimentados
- Disminución de la autoestima
- Pérdida del interés y de la concentración en actividades anteriormente gratificantes
- Cambios en el sistema de valores, especialmente la confianza en los demás y la creencia en un mundo justo.
- Hostilidad, agresividad, abuso de drogas
- Modificación de las relaciones (dependencia emocional, aislamiento)
- Aumento de la vulnerabilidad, con temor a vivir en un mundo peligroso, y pérdida de control sobre la propia vida
- Cambio drástico en el estilo de vida, con miedo a acudir a los lugares de costumbre; necesidad apremiante de trasladarse de domicilio
- Alteraciones en el ritmo y el contenido del sueño
- Disfunción sexual
Green (1990), citado por Echeburúa, de Corral y Amor, sostiene que lo que genera habitualmente daño psicológico suele ser la amenaza a la propia vida o a la integridad psicológica, una lesión física grave, la percepción del daño como intencionado, la pérdida violenta de un ser querido y la exposición al sufrimiento de los demás, más aún si se trata de un ser querido o de un ser indefenso.
Llamativamente, en el caso de heridas físicas como consecuencia del delito violento, el daño psicológico adicional es mayor que si no hay lesiones físicas, PERO los heridos graves tienen con frecuencia un mejor diagnóstico psicológico que los más leves, porque se les conceptualiza más fácilmente como víctimas y cuentan, por ello, con un mayor grado de apoyo social y familiar. Una vez más este concepto es coincidente con la idea de que el dolor físico es mucho más tolerable que el dolor anímico.
Por otra parte, el dolor psíquico es muchas veces dificultoso de entender; es más fácil visitar a una víctima en un hospital y procurar su recuperación, que consolarlo por un dolor espiritual que nos confronta con las propias angustias, incapacidades y la impotencia de no saber que hacer. A veces, el entorno social de la víctima asume conductas evitativas, para no confrontar con lo siniestro que genera la visión de quien ha padecido una humillación.
En cuanto a la forma en que se percibe la vivencia del daño psicológico, los autores consultados coinciden también en una vivencia por fases. La primer etapa está caracterizada por una reacción de introspección o aislamiento, con cierto enturbiamiento de la conciencia y con un embotamiento general, caracterizado por lentitud, abatimiento general, pensamientos de incredulidad y pobreza de reacciones.
La segunda fase cursa a medida que la conciencia del hecho se hace más profunda y comienza a salirse del estado de embotamiento inicial típico del “shock”. Así, comienzan a experimentarse emociones y afectos de distinto color y grado: dolor, indignación, rabia, impotencia, culpa, miedo. Todas pueden presentarse de a una, alternarse entre sí con momentos de profundo abatimiento, o atacar crudamente en simultáneo.
Por último, hay una tendencia general en las víctimas a re-experimentar el suceso, ya sea en forma conciente o provocado por un estímulo desencadenante asociado con el hecho (un ruido, un olor, una imagen, etc) o una situación general que lo evoque (el “aniversario” del hecho, una película, una celebración importante, etc)
En suma, más allá del análisis más profundo que se realiza desde lo jurídico y desde lo psicológico, que no es el objetivo del presente artículo, hay coincidencia en la bibliografía consultada sobre la particularidad referida al grado o magnitud que puede adquirir el daño psicológico. Este estará mediado por algunos factores articulados como ser:
- la intensidad y la percepción del suceso sufrido (relacionado con la significación del hecho y la atribución de intencionalidad)
- el carácter inesperado del acontecimiento vivido
- el grado real de riesgo sufrido
- la mayor o menor vulnerabilidad de la o las víctimas
- la posible concurrencia de otros problemas actuales (familiares, sociales, laborales, etc)
- la historia del sujeto
- el apoyo social actual a la víctima
- los recursos de afrontamiento a nivel psicológico que posea la víctima
En todos los casos se destaca que un insuficiente apoyo familiar y social son percibidos como un hecho agravante que lleva a la revictimización o victimización secundaria.
La victimización secundaria no se refiere sólo a la relación que posteriormente establece la víctima con el sistema jurídico-penal y al maltrato institucional, sino que también se refiere la filtración de la intimidad de la víctima por los medios de comunicación o los propios familiares y amigos, al desinterés mostrado por la sociedad (en sentido amplio) en general, la poca o nula ayuda prestada por los allegados, vecinos, conocidos y amigos y a la indiferencia general del entorno social y familiar.
La victimización secundaria implica un maltrato indirecto que agrava la situación general de la víctima de un delito violento.
Sin perjuicio de lo expuesto, y de las estadísticas observadas respecto a las secuelas y al estrés postraumático que generan estas experiencias, también hay personas resistentes a la aparición de síntomas y que logran sobreponerse. No se trata de ausencia de sufrimiento, ni quiere decir que no sufran un dolor subclínico, o que no tengan recuerdos desagradables, o que no noten la indiferencia general del entorno. Significa que el grado de resiliencia desarrollado les permite salir fortalecidos, hacer frente a la vida cotidiana y permitirse seguir disfrutando de la vida.
No obstante, la visión general no será igual. La vivencia violenta deja huellas y cicatrices. La sombra de la violencia anida en el alma; se puede sobreponer a la misma, pero la salida sana implicará no la negación patológica de la víctima o de su entorno, sino que la violencia nunca podrá ser ignorada y que deberá trabajarse mucho para superarla.
Lic. Inés Tornabene – Psicóloga
Bibliografía consultada: Acierno, R., Kilpatrick, D.G y Resnick, H.S (1999). Posttraumatic stress disorder in adults relative to criminal victimization: Prevalence, risk factors, and comorbidity. En P.A. Saigh y J.D. Bremner (Eds). Posttraumatic stress disorder: A comprehensive text. Needham heights, M.A. Allyn & Bacon, Inc. Avia. M.D y Vázquez, C. (1998). Optimismo inteligente, Madrid. Alianza Editorial. Dutton-Douglas, M.A., Burghardt, K.J., Perrin, S.G y Chrestman, K.R. (1994). Battered women’s cognitive schemata. Journal of Traumatic Stress, 7, 237-255 Echeburúa, E., Corral, P., Amor, P.J., Zubizarreta, I y Sarasua, B. (1997a). Escala de Gravedad de Síntomas del Trastorno de Estrés Postraumático: propiedades psicométricas, Análisis y Modificación de Conducta, 23, 503-526 Echeburúa, Corral, P., Amor, P.J., Zubizarreta, I y Sarasua, B. (1997b). Repercusiones psicopatológicas de la violencia doméstica en la mujer: un estudio descriptivo. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica. 2, 7-19 Echeburúa, E., Corral, P., Amor, P.J., Evaluación del daño psicológico en las víctimas de delitos violentos, Psicothema, 2002, Vol. 14, Supl., 139-146 Esbec, E (1994b). Daño psíquico y su reparación en víctimas de delitos violentos. En S. Delgado (de.). Psiquiatría legal y forense (vol. 2). Madrid. Cólex. Finkelhor, D. (1999). Victimología infantil. En J. Sanmartín (de.). Violencia contra niños. Barcelona. Ariel. Green, B. L. (1990). Defining trauma: terminology and stressor dimensions. Journal of Applied Social Psychology, 20, 1632-1642. Pynoos, R., Sorenson, S. y Steinberg, A. (1993). Interpersonal violence and traumatic stress reactions. En L. Goldberger y S. Breznitz (Eds). Handbook of stress: Theoretical and clinical aspects (2nd de.). New York. Free Press.
Me gustaría saber los tratamientos que se deberían aplicar por ejemplo a victimas de delitos violentos como la violación familiar. soy estudiante de investigación criminal. Gracias
La terapéutica adecuada para cada caso en particular. No hay una regla general, ni un tratamiento estandarizado.
En mi familia estamos pasando por este proceso
No hemos recibido ayuda de la seguridad social ni apoyo sicológico
A nuestra familia
Llevamos 8 años dramáticos sin superar
Los daños , necesito información
Para recuperarnos de todos los problemas que sean ocasionado a nivel de salud en familia .
Y a nivel de la muerte de mi marido y el padre de mi hijo.
Es muy difícil de superar
Se destroza una casa y un problema te lleva a otro.
Se vulneran los derechos de las familias
Y sobre todo la del hijo y la madre
Buenas noches. He sido golpeada, insultada, amenazada psicologicamente en mi lugar de trabajo por una usuaria la cual no quiso esperar su turno. La ART me concedió una ecografia abdominal para descartar daño físico e interconsulta con la psicóloga q lo único q hizo fue decirme q la próxima vez me haga a un lado o no atienda el consultorio. Ahora bien…me siento burlada por.la compañía de seguros impuesta y me siento más bulnerable aún, a sabiendas q mañana el clínico me dará el alta para retomar mi actividad laboral. Siento todos lo arriba descripto por Usted.
Alguna sugerencia?
Se lo agradecería.
Saludos desde Neuquén, Patagonia Argentina.
Hola Laura, lamentablemente los hechos violentos suceden y estamos expuestos a ellos. Si siente que no puede con esta situación, le recomiendo buscar un psicólogo en su ciudad y comenzar una consulta. Trate de ver la situación como una oportunidad para salir fortalecida: qué cosas le gustan o no de su actual trabajo, si quiere conservarlo o si es un momento de cambios, qué otros episodios violentos ha vivido o vive en su vida en general. Si considera que su empleador o la ART no actuaron correctamente, busque asesoramiento jurídico para resguardar sus derechos. Las personas reaccionamos con nuestra propia historia y nuestra vida frente a estos hechos; para algunos será una anécdota y para otros, una situación traumática. No es obligatorio que sea lo uno o lo otro. Ud puede elegir.