Te esperé tantos eones
que el tiempo no me asusta.
No tengo miedo
mientras tu corazón
siga latiendo dentro de mi pecho.
Si tiemblo,
no es de miedo.
Vos sabés. IT.
La mayoría de las noches de mi vida, antes de dormir, puedo decirle a mis hijos cuanto los amo. La mayoría de los días de mi vida tengo la suerte de decirle a quienes amo cuánto los quiero. Intento no irme a dormir sin haber enviado al menos mi pensamiento de amor a mis otros significantes. Y lamento profundamente que algunos ya no estén. Y lamento también que algunos no quieran estar.
La mayoría de las mañanas de mi vida, después de abrir los ojos, agradezco estar viva. No importa a Quién ni a Qué. Agradezco, me alegro, reconozco el milagro que es estar viva. Beso a mis hijos. Me despido hasta de mis mascotas. Casi todos los días de mi vida, entiendo.
Cuando tengo que tomar alguna decisión realmente importante, me pregunto qué haría si fuera lo último que tuviera que hacer. Soy afortunada. Si hoy fuera la última noche de mi vida, SE, sin dudas, sin engañarme, sin vacilar, qué brazos quisiera que estuvieran abrazándome.
Nunca sabemos cuando es nuestra última jugada.
Hoy hubo muchas personas que se fueron de sus casas y tomaron un tren a las 8 de la mañana, minutos más, minutos menos. Hoy hubo muchas personas que jamás imaginaron que estaban viviendo sus últimos minutos. Hoy hubo muchas personas que tal vez no se acordaron de decirle a quienes amaban, cuánto, cuánto, cuánto los amaban.
Hoy hubo muchas personas que vieron irse a sus seres queridos como todos los días. Hoy hubo muchas personas que estaban enojadas, que se habían peleado, que querían reconciliarse, que querían separarse, que querían amarse, que querían gritarse, que querían reprocharse, que querían abrazarse, que querían besarse. Hoy seguramente muchos de los que tomaron ese tren y no volvieron pensaron que tal vez esta noche o mañana o dentro de tres meses iba a ser un buen momento para amar, para hacerle el amor a alguien, para hacerle el amor a la vida.
Hoy seguramente, muchos de los que tomaron ese tren y no volvieron pensaban que “cuando cambie de trabajo”, “cuando me reciba”, “cuando River vuelva a la A”, “cuando me case”, “cuando tenga un hijo”, “cuando salga con fulano”, “cuando viaje”, «cuando me jubile», “cuando…” lo que sea, iban a poder ser felices, iba a empezar la vida de verdad. Hoy seguramente, muchos de los que tomaron ese tren y no volvieron pensaron que estar en otra ciudad, en otro país, en otro lugar, con otra gente, con otro trabajo, con otra ropa, con otro lo que sea, iba a darles mayor claridad de pensamiento. Hoy seguramente muchos de los que tomaron ese tren y no volvieron creyeron, sincera y profundamente, que el tiempo lo arregla todo, que cambiar de paisaje te hace descubrir milagrosamente a quien amas, que un viaje o un milagro puede llevarte a tu verdad interior, o que “los problemas” te impiden escuchar a tu corazón. Hoy seguramente muchos de los que tomaron ese tren y no volvieron, creían que tenían “toda la vida” para esperar, para resolver, para decirle a alguien que lo extrañan y que lo aman, para decidirse a vivir conforme a sus sentimientos.
Seguramente, muchos de los que NO tomaron ese tren, pero que amaban a quienes si lo tomaron y no volvieron, se quedaron con las ganas de abrazarlos, de besarlos, de decirles que lo o la extrañan, de decirles que lo o la aman, de hacerles el amor una vez más, de dormirse entre sus brazos, de vivir… Hoy, el mundo cambió irremediablemente, irreversiblemente para ellos. Para quienes no volvieron, el mundo, este mundo, ya fue. Imaginalos donde tus creencias prefieran. Pero para quienes se quedaron en esta vida, en esta vía, en este tren, las cosas no vuelven atrás. Se quedarán con sus ganas de abrazarlos, de verlos, de besarlos, de decirles que lo o la extrañan, de decirles que lo o la aman, de hacerles el amor una vez más, de dormirse entre sus brazos, de estar juntos sin hablar, de hacerse compañía, de leer juntos en silencio, de mirarse, de tocarse… Se quedarán con sus ganas de vivir una vida con ellos al lado. Porque ya no están.
Nunca sabemos. Nunca nos avisan cuándo es nuestro último acto.
Lo que no hacés hoy, por las razones que sean, por las excusas que busques, se fue.
Lo que no admitís que SENTIS hoy, se te queda en el tintero, se te escurre, se te va, ahí, justo en el deslinde entre la vida, entre lo que pudo ser y lo que vos decidís que no sea.
Inventate las excusas que quieras. Hacete una Keynote, una Prezzi o un Power Point. Hacete un dibujo, un cuadro sinóptico, vendételo, comprátelo, creételo. Contate la historia que prefieras. Mentite si querés seguir mintiéndote. Pero algo te dice, y no vas a poder callar nunca esa voz ni ese sentimiento, algo te dice que lo que no viviste hoy no lo vas a volver a vivir jamás.
A veces la vida nos da revancha, y nos despertamos, abrimos los ojos, y nos damos cuenta que estamos vivos. A veces la vida nos da revancha y podemos abrazar a quien tenemos al lado. A veces la vida nos da revancha y podemos llamar a quien amamos, podemos mandarle un mensaje, podemos decirle, simple y sencillamente un “te quiero”, un “te extraño”, un “te amo”. A veces la vida nos da revancha y nos permite mirar y escuchar nuestro corazón y admitir que aunque el mundo se nos vuelve en contra, aunque la plata no nos alcanza, aunque todo se complica, aunque no sabemos por dónde empezar, aunque no sabemos cómo hacer, lo que SENTIMOS es lo único que importa y que no podemos seguir mintiéndonos y tenemos que permitir que la ficha caiga. A veces la vida nos da revancha y hasta podemos decirlo y compartirlo.
Otras no.
Hoy hay muchas personas que no tuvieron revancha.
¿Qué harías hoy si fuera tu último acto?
Pensalo, vale la pena.
Nadie te va a avisar cuando sea tu último acto.
Nadie te va a avisar cuando sea el último acto de quienes amas.
A veces hay revancha. Otras, no.
A veces el tren pasa una sola vez…
Inés, entre tantas frases relevantes, rescato una que quizás parezca insignificante pero es la que más me llegó.
«… Y lamento también que algunos no quieran estar.»
Eso creo que dá más impotencia aún. Poder y no hacer. O no poder hacer más por alguien de nuestra parte.
Creo que de todo esto es lo más difícil de aceptar porque ahi sí tenés opción… aunque en realidad no la tengas.
Como dice Antonio Porchia en Voces: «Donde uno puso algo, siempre cree que hay algo, aunque no haya nada. »
Excelente todo! Como siempre.
Gracias Pat!
Si, así al menos lo vivo yo. Impotencia pura.
Pero todos tienen un tiempo para aprender.
Para mi, en lo que depende de mi sola, cada vez que digo «no puedo», investigo por qué «no quiero». Para mi siempre es querer o no querer, al menos en lo que está en mis manos. El resto son problemas y problemones administrativos. Y lo único que importa es no mentirnos y permitirnos sentir y sernos fieles. Solo podemos ser fieles a una sola persona: a nosotros.
Gracias por estar ahí.