que se enroscan
y se funden
en mi mente.
Son, según Lacán,
mi síntoma.
Siguen, como en “Encore”,
dando lo que no tengo,
a alguien que no lo es.
Se pueden ir
todas mis palabras
al infierno.
Sólo necesito una
y es la única
que no puedo pronunciar.
Un nombre,
impronunciable,
es mi sinthome.