Ayer celebramos el día del amigo y me quedaron algunas notas mentales marcadas con resaltador.
El primero saludo que recibí fue el de una de mis hijas, a las 00:00, que vino corriendo a colgarse de mi cuello y a decirme “feliz díaaaaa”.
Sentí que no me faltó saludar a nadie. Cada saludo lo hice con ganas, desde lo profundo de mi corazón. Cada saludo que recibí fue celebrado.
Recordé a mi mejor amigo de toda la vida, que falleció hace casi veinte años. Lo extrañé y lamenté, una vez más, que se haya ido tan rápido.
Me alegré por tener amigos desde hace tantos años y de tantos momentos distintos. De la escuela primaria, de la secundaria, de la facultad, del club. Amigos que conocí por trabajo y se convirtieron en dos de mis mejores amigos y padrinos de mis hijos, o sea, en parte de mi familia. Me alegré por la flexibilidad que logré desarrollar los últimos años sintiendo que puedo seguir conociendo personas con quienes llegar a crecer en amistad.
Cociné todo el día. La excusa era practicar para los exámenes, pero estaba cocinando para la noche, para compartir una mesa, para celebrar, en esta creencia que me dice internamente que cocinar es amar.
Hablamos hasta tarde. Pude brindar y abrazarme con mi amiga-hermana, pudimos reirnos, reflexionar, compartir cosas que no compartimos con nadie más, confiar y hasta bailar porque sí.
Terminé la noche hablando con una de mis mejores amigas como hablamos siempre, metiéndonos los dedos en las heridas sin miedo, diciendo qué nos duele, qué nos conmueve, dónde estamos y dónde nos vamos encontrando a nosotras mismas. Diciéndonos qué queremos, qué esperamos de la vida, cosas que a veces están tan distantes aparentemente de nuestra realidad que debería ser molesto confesarlo, pero con la misma valentía que venimos encarando la vida desde siempre, a puro abrirse paso. Hablamos hasta que ya el día del recordatorio de la amistad había terminado hacía tres horas y media. Y podríamos haber seguido, como vamos a seguir hablando a lo largo de la vida.
Y cerré el día, aunque ya era un nuevo día, con una de mis hijas, la que me había saludado a las 00:00, las dos comiendo pochoclos a las 4 y algo de la madrugada.
que lindo ines…como me gusta leer lo que escribis..!!!!beso
Muchas gracias!!!