Muchas veces en la vida nos encontramos en momentos de crisis, donde nos resulta muy tentador echarle la culpa de lo que nos sucede a personas o circunstancias.
Hay personas que, sistemáticamente, se ven involucradas en situaciones demasiado parecidas, pese a que los protagonistas cambien. Y recurrentemente llegan al consultorio quejándose de los demás y no logrando preguntarse qué responsabilidad deberían atribuirse a sí mismos.
Hablar de culpas a veces no resulta productivo. Por eso prefiero limitar el uso de la palabra «culpa» a muy pocas situaciones, y en su lugar, hablar de responsabilidad. Porque si hablamos de responsabilidad abrimos la puerta a muchas posibilidades reparatorias.
Cuando vivimos la vida en forma cíclica, hay algo que todavía no logramos desentrañar y que nos lleva, una y otra vez, a repetir la misma situación. Hasta que no frenemos y comencemos a entender qué sucede, vamos a seguir creyendo que la piedra tiene vida propia y se nos pone en nuestro camino sólo para hacernos caer.
Te pasó alguna vez creer que «esta vez no es igual», pero sí lo era? A veces hace falta un poco de distancia para darse cuenta, otras veces para llegar a darse cuenta se paga con dolor anímico. Pero no es saludable vivir una vida llena de dolor.
Pagar con dolor y volver a repetir no sólo no es saludable sino que es apostar, como en una ruleta rusa, nuestra propia salud. Invertir en nosotros y buscar asesoramiento es priorizarnos y elegir querernos.