El retiro del deportista: cuando los sueños y los desafíos parecen terminarse

Uno de los momentos cruciales en la vida de un deportista es la hora del retiro. Si bien es un tema de actualidad, porque todos los días hay deportistas que culminan su carrera, no es uno de los tema sobre el que abunde la bibliografía, en especial la de habla hispana.

Mientras dura la competencia, el deportista entrena distintas habilidades, físicas, tácticas y emocionales. Pero rara vez se toma en cuenta la preparación para el momento del retiro, pese a que todos saben, o deberían saberlo, que es un momento que llegará indefectiblemente. Y como nadie sabe de antemano cómo reaccionará el deportista una vez retirado, si se presentarán problemas o no, algunos prefieren considerar que el tema debe abordarse desde la psicología clínica, y no desde lo estrictamente deportológico. No es esta nuestra postura; el momento del retiro forma parte de la vida del deportista, quien no dejará de serlo porque concluya su etapa competitiva.

Las causas que pueden llevar a un deportista a retirarse pueden ser varias, pero hoy vamos a tomar solamente el caso del deportista que siente que retirarse es el único camino que le queda, sea por su edad, por lesiones, por disminución de su rendimiento, etc. Vamos a dejar de lado aquí a quien toma la decisión de retirarse y lo vive como un alivio, como algo que, en definitiva, lo está gratificando.

Aunque desde siempre, en forma más o menos consciente, el deportista supo que ese día llegaría, lo más probable es que no esté lo suficientemente preparado (algunos piensan, también, que no hay preparación suficiente…). Hay quienes lo vivirán mejor, pero para algunos se trata de un momento de verdadera crisis y desolación, de sentirse vacíos, aturdidos, tristes, agresivos, amargados o deprimidos. ¿Por qué?

El momento del retiro es un duelo. Estar en duelo significa darse cuenta que hay algo que ya no va a estar más. No tiene que haber fallecido una persona para estar en duelo; los duelos se producen cuando alguien o algo que estaba o era, ya no está o ya no es. El duelo tiene que ver con lo irremediable, con lo que ya no vuelve, con no poder dar marcha atrás. Por eso, la forma en que la persona se sitúe frente a su retiro, en especial en el caso de la alta competencia, estará determinada mayoritariamente por la manera que ha encarado su carrera deportiva previa y con el espacio que esa vida deportiva ocupa en la identidad que ha construido esa persona.

Una persona cuya vida deportiva integra un “porcentaje” alto de su identidad seguramente entrará en un proceso de crisis en el momento de su retiro y tenderá a experimentar una variedad de dificultades de adaptación al proceso. Hay deportistas que comenzaron a practicar un deporte tan tempranamente que ni siquiera recuerdan cuando fue el momento exacto en que empezaron. Esto implica que su vida, que su propia identidad puede llegar a estar asimilada en un porcentaje muy elevado a la práctica de ese deporte, y en definitiva, a la conformación de su propia integridad. Por eso, no puede perderse de vista que es algo del propio ser lo que se deja atrás, que se termina, y es en este aspecto donde se presentan las dificultades, ya que se trata de hacer un duelo sobre una parte del “si mismo”… y en la mayoría de los casos esto no es ni fácil ni sencillo.

A su vez, en el caso que el reconocimiento social haya venido de la mano del deporte, entran a jugar el tema de la valoración personal y los éxitos, lo que ubica al deportista en situación de retiro como a un individuo despojado de algo que siente que jamás recuperará. Es aquí donde resulta indispensable entender el proceso de duelo, saber en qué etapa del mismo se encuentra, evaluar si hay elementos que indiquen alguna patología del mismo y facilitar la búsqueda de nuevas ocupaciones y el aprendizaje de nuevos roles diferentes al rol de deportista. Cuanto más fuerte sea la identidad deportiva del individuo, cuánto más destacado o reconocido sea e, incluso, cuánto mayor sea su calidad de líder, en caso de deportistas de equipos, es posible encontrar mayores dificultades en el proceso de retiro.

El momento del retiro no involucra sólo lo estrictamente deportivo. Hay aspectos sociales y emocionales “indirectos” que se derivan de esta situación pero que son fácilmente desatendidos. Una de las consecuencias inmediatas del retiro es el hecho de disponer de mayores cantidades de tiempo y de no contar con una estructura de soporte en la organización cotidiana. Cambia la rutina, cambia la alimentación, cambian las sensaciones corporales. Hay más tiempo para todo y menos organización, en cierto aspecto, es todo nuevo, pero esto, que puede verse externamente como algo positivo, puede ser un componente que influya negativamente en otros aspectos de la vida de un deportista retirado. Incluso el hecho de estar más tiempo en contacto con el ámbito familiar y social puede influir de diversas formas, dependiendo de cómo atraviese este momento la persona. Un sujeto entristecido, aunque tenga más tiempo en cantidad, tenderá a aprovechar menos su tiempo en calidad.

Si bien una de las posibilidades es observar reacciones de tipo depresivo, también pueden surgir reacciones más maníacas: sujetos que se embarcan impulsivamente en cuanto proyecto se les cruza, o que comienzan inmediatamente la práctica de otro deporte o que incrementan sustancialmente su vida social, en forma exagerada. Todas reacciones con las que se intenta aturdir, muchas veces inconscientemente, para paliar la situación que no se soporta y para mitigar la falta de desafíos que implica la actividad competitiva. Ambos extremos son posibles indicadores de que las cosas no marchan muy bien y que algún tipo de ayuda externa puede ser beneficiosa.

Para transitar un duelo no hay fórmulas mágicas ni recetas milagrosas: hay que vivirlo, y cierta dosis de introspección es necesaria y saludable. La buena noticia es que alguien que haya puesto su pasión, sus sueños y sus esfuerzos en la práctica de un deporte puede, sólo o con ayuda, atravesar el duelo del retiro y salir del mismo fortalecido. La mayor o menor bondad del proceso dependerá de la historia previa del deportista, de su entorno familiar y social y de los recursos psicológicos e intelectuales con que cuente en lo personal, por mencionar solo algunos de los factores a tener en cuenta. Lo importante es llegar al punto de reconocimiento crucial: el retiro es un verdadero proceso de duelo y algunos necesitan trabajarlo más que otros. La adaptación a la nueva vida se transitará mejor cuando se cuente con apoyo familiar y social, con alternativas ocupacionales y con una buena planificación previa al retiro.

Por todo esto y porque el momento del retiro llega indefectiblemente, es necesario formar no sólo buenos deportistas sino también personas con recursos psicológicos saludables e intelectuales adecuados para la vida después de la competencia. El hecho de tener estudios que permitan una reinserción laboral o la posibilidad de retomarlos, permite una proyección a futuro, dentro del mismo ámbito deportivo o fuera de él. Los más complicados pueden ser aquellos deportistas que abandonan todo por su deporte, desde los estudios hasta la vida social. Para prevenir es preciso que todos los actores implicados en la práctica deportiva tomen conciencia sobre la necesidad de pensar al deportista en forma integral:

como una persona con un pasado, un presente y también un futuro en la competencia y más allá de la misma;

como una persona que requiere no sólo entrenamiento físico y táctico, sino también contención psicológica y apoyo;

como una persona a la cual se le deben brindar diversas herramientas que permitan su crecimiento personal y social, además de su crecimiento deportivo, como pueden ser buenos programas de asesoramiento vocacional y ocupacional que faciliten su integración al mundo extra deportivo una vez finalizada su etapa competitiva.


Todo esto tal vez parezca muy alejado de nuestro rugby, pero incluso para un jugador amateur puede ser difícil colgar los botines y sentirse conmocionado cuando debe dejar su práctica. Por suerte, en nuestro país el rugby está sostenido por aspectos sociales que facilitan la contención, ya que el jugador que deja la competencia y es un apasionado, raramente se desvincula totalmente de su club y de todo lo que rodea el aspecto social de este deporte. Una de las formas de sublimar la falta de competencia es asumiendo el rol de entrenador y formador de nuevos jugadores.

Para los jugadores profesionales, para los que hayan dedicado SU VIDA a este deporte, el momento del retiro puede ser muy complejo. Pero los desafíos y los sueños no se terminan ahí aunque la persona se sienta vacía; sólo se trata de reconocer las dificultades que el retiro trae aparejadas, buscar ayuda si no se puede solo y ver como se planifica para seguir la vida adelante, recuperando la pasión y las motivaciones. No hay recetas mágicas. Bien trabajado, puede ser un momento de transición desde donde se evolucione y se salga fortalecido.

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Lic. Inés Tornabene
Psicóloga

El resguardo de la privacidad del deportista en la consulta profesional. Distintas modalidades de atención

Raramente encuentro la oportunidad de reunir en un mismo tema áreas tan dispares como la Psicología, el Derecho y la Protección de Datos Personales. Trabajo en las tres y en la nota de hoy puedo articularlas en un tema tan esencial como la atención psicológica del deportista, sea un jugador de rugby o de otro deporte. Y creo que les va a interesar tanto a los deportistas como a los colegas psicólogos que se sientan atraídos por esta apasionante rama de la Psicología.

La asistencia psicológica en general, y en el deporte en particular, aún se encuentra demasiado impregnada del componente psicopatológico cómo único objetivo. Muchos deportistas son reacios a realizar una consulta fundamentalmente porque no quieren que se sepa que consultan, por temor a que los señalen, o simplemente porque les da vergüenza decir que tienen que ir al psicólogo. Las consultas por las cuales un deportista puede llegar a nuestro consultorio no siempre tendrán que estar vinculadas con cuestiones psicopatológicas, con enfermedades. Temas relacionados con el control de la ansiedad, del stress, de las presiones externas e internas, de la motivación, de cómo alcanzar las metas, de cómo fortalecerse mentalmente, de cómo aprender a relajarse, son temas de todos los días, y la lista sigue y es realmente muy extensa, y ninguno de estos temas siquiera roza el aspecto psicopatológico. Otros temas más preocupante, como la reiteración de lesiones o el momento del retiro, también son dejados de lado muchas veces, cuando un acompañamiento terapéutico sería absolutamente provechoso, y tampoco estarían vinculados con la patología.

Otros temas, en cambio, sí son eminentemente clínicos, como ser el doping, el abuso de sustancias prohibidas, los trastornos alimentarios, etc, pero hoy no nos dedicaremos a ellos.

Esta situación sería distinta si los deportistas supieran que el psicólogo DEBE guardar secreto profesional y esto implica que ni siquiera deberían decir que determinada persona es su paciente; es más, por la connotación que también lleva el término “paciente”, tal vez tendríamos que hablar de asistido u orientado. El psicólogo deportivo debe saber permanecer en el anonimato (Serrato, 2009) sin desconocer lo beneficioso que su actividad profesional puede resultar para el deportista que asiste. No es fácil renunciar a esa cuota de egocentrismo que implica comentar a quienes se asiste, se trate de deportistas individuales o de equipos. Pero aunque no sea fácil es absolutamente necesario para poder, no solo cumplir con la obligación de guardar el secreto profesional, sino también para afianzar el lazo de confianza con la comunidad deportiva donde nos desempeñemos. El psicólogo que compita con el deportista en popularidad o reconocimiento debe pensar bien la posibilidad de dedicarse a esta área.

Algo tiene que quedar en claro: el secreto profesional es una OBLIGACIÓN LEGAL para el psicólogo, y no una concesión que realiza. El deportista tiene DERECHO a que se resguarde su privacidad.

La Psicología del Deporte, en su área clínica, requiere de distintas formas de intervención, algunas de las cuales facilitan y posibilitan el resguardo de la privacidad del deportista.  El asesoramiento o asistencia desde el área clínica es la que se realiza en la forma tradicional, en un consultorio, y es, precisamente, la forma más mitificada, por la connotación que arrastra de enfermedad  o de trastornos mentales. El asesoramiento o asistencia en el medio deportivo, como puede ser en el campo de deporte o en las pistas, va ganando lentamente un espacio. Es en el ámbito propio del deportista o del equipo donde el psicólogo puede evaluar y diseñar sus intervenciones, las cuales serán vehiculizadas, por lo general, a través del entrenador o coach, en el caso de un equipo. En este ámbito la figura del psicólogo deberá ir integrándose al equipo técnico compuesto por el entrenador, el preparador físico, el médico, el fisioterapeuta, etc., siempre teniendo en cuenta que se trata de roles distintos cuando se forma parte de un equipo técnico o cuando se asiste a un deportista en forma individual.

Una tercera modalidad es la asistencia o asesoramiento en línea, on line, a través de correo electrónico y/o chat. Esta modalidad es la que tal vez ofrezca más tranquilidad a los deportistas que deciden una consulta, dado que permite un acercamiento tentativo y un mayor resguardo de su privacidad.

La modalidad de asistencia terapéutica en línea no es factible para todos los casos, debiéndose descartar cuando se detecte la presencia de patologías o cuando se trate de un menor de edad. Dejando esto en claro, no existe impedimento alguno para asistir a un deportista a través de las herramientas que la tecnología nos provee hoy en día. Las ventajas son considerables y se vinculan con la posibilidad de continuar la asistencia aún cuando el deportista viaje o se encuentre en otro país, la mayor comodidad de contar los problemas sabiendo que la identidad se encuentra resguardada, en especial al inicio de la relación terapéutica, no tener que concurrir a un consultorio y que lo vean, etc.

Lo ideal será la posibilidad de utilizar métodos de asistencia que involucren las tres modalidades alternativamente de acuerdo a las necesidades que se vayan presentando. El psicólogo debe tener en cuenta que, si la entrevista presencial resulta indispensable, debe plantearlo y analizar si puede o no continuar con la asistencia sin llevar a cabo la misma. Cuando evalúa que la entrevista personal es indispensable y el deportista se niega, debe considerar los alcances de continuar y la responsabilidad profesional que le puede acarrear.

Una metodología de asistencia que involucre al menos dos de las tres modalidades incluye las entrevistas presenciales, sean en el consultorio o en el campo, y las sesiones por internet, lo cual permitirá un contacto más fluido y un seguimiento más preciso. A su vez, el deportista se sentirá más acompañado sabiendo que dispone de herramientas alternativas de comunicación.

El progreso en el acompañamiento posibilitará que sea el propio deportista quien decida dar o no a conocer su experiencia terapéutica.

¿Y la protección de los datos personales? Bueno, además de guardar el secreto profesional, un psicólogo que ofrezca como modalidad de atención la asistencia en línea debe tener un espacio en internet que garantice la seguridad de los datos del deportista que los utilice y advertir que aunque cuente con condiciones de seguridad informática, no puede garantizarse dicha seguridad en un ciento por ciento. También tiene que tener en cuenta, y advertir al deportista que lo contrate, que en caso que evalúe que sea indispensable la entrevista personal, el tratamiento puede llegar a quedar supeditado a la realización de la misma. Los datos son de la persona y es la persona la única que tiene derecho a dar a conocer su información privada. El hecho de brindar asistencia psicológica, aunque no haya una patología involucrada, es información sensible que debe ser celosamente resguardada por el profesional de la salud que interviene.

Esta modalidad puede ser útil no sólo para el deportista en forma individual sino también para un equipo, pero sobre este tema lo desarrollaremos en otra nota.

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Lic. Inés Tornabene

Psicología del Deporte: una ciencia al servicio del deportista

En muchos ámbitos, cada vez que mencionamos el término psicología, inmediatamente surgen las asociaciones relacionadas con la enfermedad mental. Si decimos que alguien va al psicólogo o que está “haciendo terapia”, se tiende a pensar que esa persona tiene algún problema mental.

Esta es una forma bastante restringida de ver la Psicología en general y el trabajo de los psicólogos y psicólogas en particular; el trabajo de hospital, de consultorio, es el “área clínica” de la Psicología, la que se asocia con la cura. Pero no es la única. Como en toda ciencia, la Psicología no es la excepción a la hora de haber dividido sus cometidos en diversas áreas correspondientes a distintos objetos de interés. Una de estas áreas o ramas, joven, no vamos a negarlo, es la Psicología del Deporte y de la Actividad Física.

¿En qué consiste? Cuando nos referimos a psicología del deporte tenemos que pensar en una parte de la Psicología General cuyo objeto de estudio es la persona en situación deportiva y que tiene como finalidad, entre otras, brindar al deportista distintas herramientas que le permita trabajar su mente para que rinda el máximo posible durante la competencia.

El deporte es una actividad humana, donde además de intervenir el cuerpo, interviene la mente. A ello debe sumarse la historia personal del sujeto, su contexto, sus expectativas, las presiones, etc, etc, etc.  A poco que analicemos vemos que el entrenamiento físico y técnico son dos de los aspectos que involucran a un deportista. El aspecto mental será el que englobe el resto de circunstancias en la que se encuentra inmerso. ¿Qué porcentaje le podemos asignar a cada uno de estos aspectos? Es difícil la respuesta, porque dependerá de las características de cada deportista. Pero, y dicho por muchos jugadores, si la cabeza no responde…

Nos preguntamos, entonces, si algo de lo que se encarga la Psicología del Deporte puede ayudar a que un equipo de rugby mejore su perfomance, a que sus jugadores aprovechen el máximo de la experiencia de la situación deportiva. La respuesta es si, obviamente, si.

Los temas a los que se dedica la Psicología del Deporte son varios, todos ellos distintos. Cada situación deportiva exige análisis y respuestas distintas. No será lo mismo un deportista individual que uno de un equipo; un jugador de vóley que uno de rugby; un deportista de alta competencia pero amateur, que uno profesional. No será lo mismo un niño que un adolescente, un adulto o un deportista en camino de retirarse o uno que ya se ha retirado de su actividad. La presencia de discapacidades anteriores, sobrevinientes, producto del juego o posteriores al mismo nos hablan de una perspectiva distinta también; el área de las lesiones y su prevención, el manejo de las presiones, la motivación, el burnout del deportista, lo recreativo, lo formativo, lo competitivo, el manejo del “entorno”, el trato con la prensa, lo institucional, son algunos de los grandes temas que interesan a esta rama.

Una referencia necesaria tiene que ver con el binomio amateurismo-profesionalismo, que desde hace un tiempo parece dividir las aguas en el ámbito del rugby. Seguramente habrá quienes opinen que la psicología del deporte tiene como lugar natural de aplicación el ámbito profesional, y no la práctica amateur, base de este deporte en nuestro país. No compartimos esta idea, ya que las características tan especiales del rugby como deporte formador, hacen que en el ámbito amateur la colaboración del psicólogo especialista en deportes con el equipo de entrenamiento sea fundamental.  En el área de formación de los jugadores, su observación permitirá conocer mejor sus personalidades, detectar que hay detrás de situaciones de juego sucio, como encausar y dirigir la agresividad, qué sucede con el equipo y con el grupo, cómo puede mejorarse la relación entre los jugadores y el equipo de entrenamiento, qué esconden las lesiones reiteradas, qué pasa cuando un jugador entra con miedo a la cancha, cuáles son los jugadores sometidos a fuertes presiones externas (por ejemplo, por parte de los padres), qué ocurre con los jugadores pre y adolescentes, etc. En el área de competencia, podrá facilitar al entrenador técnicas específicas destinadas a mejorar el rendimiento en el campo de juego, como la visualización, las que mejoran la concentración, las de relajación. Podrá ayudar a detectar qué jugador responde mejor a la presión y cual necesita no ser tan presionado. Podrá ayudar a aquellos jugadores que necesitan focalizar la atención durante el juego en función de la posición que ocupa en la cancha. Podrá intervenir directamente en el caso particular donde sea necesario o, si el entrenador lo prefiere, realizar intervenciones grupales. Podrá ser, incluso, un nexo entre el entrenador y los padres, dando un marco de contención en aquellas situaciones que lo ameriten (por ejemplo, cuando se produce una lesión en el entrenamiento o en el campo de juego). 

Estas son algunas de las posibilidades. En la charla diaria con jugadores siempre surgen dudas e inquietudes, preguntas y un interés legítimo de saber cómo se puede mejorar más allá del entrenamiento físico. Algunas de estas charlas se transformarán en notas futuras para compartirlas con nuestros lectores. También nos gustaría que vos nos hicieras conocer tus inquietudes o nos propongas temas puntuales que te interesen, para que esta columna no sea sólo un lugar de difusión teórica, sino de genuino intercambio.

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Lic. Inés Tornabene

Psicóloga