Los días de los enamorados y de los enalmorados

मिलिओ ते अमो

Para amar hay que olvidarse un poquito, un ratito, de uno mismo. Hay que dejar caer todos esos ideales y esas «perfecciones» que le colgamos a ese otro, abrir los ojos del alma y mirarlo como lo que es: otro ser, imperfecto, humano, distinto a nosotros. Quererlo en eso, en el no saber por qué, en sus tonteras, en sus rutinas, en sus locuras, en todo eso que nos seduce, en sus virtudes, en su piel, en su mirada, en su voz, en sus palabras, en su silencio, en su esencia.

Bajar el espejo, dejar de verse reflejado uno mismo en el otro, dejar de proyectarse,  animarse a descubrir al otro.

Dificil amar desde el ego-ismo. El amor del narcisismo siempre es amor a si mismo y no al otro.

Amar tiene que ver con el soltar, con el dejar ser al otro lo que es y no lo que nos gustaría que fuera, es aceptación (que no tiene nada que ver con la resignación y la costumbre), es paz y está muy muy pero muy lejos del sufrimiento.

El amor no duele. Los que nos dolemos somos nosotros, buscando caprichos, no queriendo entender que la vida es un ciclo, que todo pasa, que todo empieza y todo termina, que la duración de las cosas no define la calidad de lo vivido, que en cuestiones de amor no se habla ni de éxitos ni de fracasos. Que el amor no dura «poco» o «mucho»; el amor es mientras es, y cuando pasa, hay que soltar y reconocer el fin de ese ciclo.

El estado ideal del ser humano es el estado del enamoramiento, la química que genera en el organismo es fabulosa, las endorfinas nos hacen sonreir y sentirnos poderosos, la piel nos cambia, exhalamos feromonas. Por eso tantos necesitan inicios permanentes en sus vidas que los mantenga en esa efervecencia, en esa euforia, en ese apasionamiento. Pero eso también es un ciclo que cae, y cuando afloja, aflora del otro lado un ser humano. Ahí es donde tantos inicios se terminan para dar paso a otros inicios nuevos. Ahí es donde hay que arremangarse y ponerse a trabajar en el amor. Para eso hace falta un cierto grado de madurez.

Enamorarse, en cierta forma, es la adolescencia del amor.

Enamorarse tiene mucho que ver con uno mismo. Amar tiene mucho que ver con el otro.

Me viene Lacan, como siempre que pienso en el amor, con su Amor y su Almor, con su Amar y con su Almar, con ese poner el alma en juego.

Por suerte, hay tanto y tanto por decir sobre el sentir del amor… Aún