El origen del término «forclusión»

La noción de «forclusión» ha sido estudiada por Damourette y Pichon, en su obra Des Mots à la Pensée. Essai de Grammaire de la langue française, en oposición al modo «discordancial». El idioma francés, señalan estos autores, «dispone de una negación en dos partes»: «nepas, ne-jamais, ne-rien» (no, nunca, nada). La primera de esas partes se denomina «discordancial». Se emplea en las proposiciones completivas regidas por verbos que expresan temor, precaución o impedimento. En el temor, por ejemplo, hay discordancia entre el deseo del sujeto de la principal y la posibilidad que encara; en el impedimento, hay discordancia entre el fenómeno que debería producirse y la fuerza que lo impide. «La segunda parte de la negación francesa, constituida por palabras como rien, jamais, aucun, personne, plus, guére, se aplica a los hechos que el locutor no encara como formando parte de la realidad. Esos hechos están de alguna manera forcluidos, de modo que a esa segunda parte de la negación le damos el «nombre de forclusiva». «Con los verbos défier, défendre, prévenir, désespérer, garder -continúan los autores-, el forclusivo excluye el hecho subordinado de las posibilidades futuras, pero la lengua sabe dar un giro aún más audaz y particularmente interesante desde el punto de vista psicológico: un hecho que ha existido en realidad es efectivamente excluido de pasado.

El siguiente ejemplo ha sido tomado de un libro cuyo título es Esterhazy est mort: «»Para mí -dijo-, el affaire Dreyfus es desde ahora un libro cerrado». Hasta la hora de su muerte tuvo que arrepentirse de haberlo abierto alguna vez.» Desde esa época, los autores tuvieron la presciencia de que esta noción de forclusión tenía la vocación de insertarse en el aparato conceptual del psicoanálisis; esa presciencia se basaba, no sólo en consideraciones generales, sino también en su propia elaboración del proceso de la «escotomización». «El lenguaje -escriben- es un mavarilloso espejo de las profundidades del inconsciente para quien sabe descifrar sus imágenes. El arrepentimiento es el deseo de que una cosa pasada, y por lo tanto irreparable, no haya existido nunca; la lengua francesa, mediante el forclusivo, expresa ese deseo de escotomización, traduciendo así el fenómeno normal del que la escotomización -descrita en la patología mental por Laforgue y uno de nosotros- es la exageración patológica» (cf. E. Pichon y R. Laforgue, «La notion de Schizonoya», en le Rêve et la Psychanalyse ). Siguen una serie de empleos, y los ejemplos son entonces comentados en términos que convergen en la idea de una exclusión de la realidad. «En todos estos ejemplos se puede descubrir la forclusión. Thérése piensa que experimentar la embriaguez soñada está fuera de las posibilidades de este mundo. Hablar de otra cosa que no sea la muerte de Mallarmé es imposible para el señor A. Gide en el momento en que escribe. Está excluido que las criaturas de los bosques tengan el prurito de tomar prestada la razón del hombre. Platón puede ver que la exageración es extraña al decir de Germain Nouveau. Finalmente, la señora A. cree que el fenómeno del que habla ha sido siempre tan excesivo.» Ahora bien, el uso francés del término «forclore» [forcluir] coincide con el comentario desarrollado por Brentano en su Psychologie du point de vue empirique con respecto a la función de la Verwerfung en su aplicación al juicio. En efecto, el capítulo VII del libro II de la obra, «la representación y el juicio considerados como cláusulas fundamentales distintas», se refiere en particular al reconocimiento (Anerkennung) y el rechazo (Verwerfung), en tanto que posicionamientos existenciales distintos de la ligazón predicativa. Ahora bien, en 1915 y 1920 varios textos de Freud nos confirman, por el empleo que él hace de esos términos, la influencia profunda que ejerció sobre el desarrollo de su pensamiento su asistencia asidua a los cursos de Brentano. En 1915, en el artículo sobre la represión, se tratará de situar la noción de Verwerfung con relación a ese proceso. En 1917, las Conferencias de introducción al psicoanálisis retoman su interpretación en la exploración general de la resistencia y la regresión. Esos primeros enfoques reciben el respaldo del artículo sobre la negación en 1921. El problema consiste entonces en captar en qué medida resultó determinante para la cuestión el desplazamiento del centro de la teoría, desde la interpretación de las neurosis a la interpretación de las psicosis. La noción de Verwerfung fue introducida en 1915 en el artículo dedicado a la represión, sobre la base de una distinción entre las reacciones respectivamente oponibles a las estimulaciones internas y externas. Mientras que estas últimas se pueden eludir por medio de la fuga, las primeras (estimulaciones pulsionales que provienen del interior del organismo) no son susceptibles de una evitación de ese tipo. Por lo tanto, Freud buscará con empeño un equivalente, y lo encontrará en ese repudio por el yo que es la Verwerfung. El análisis más sugerente será realizado en las Conferencias de introducción al psicoanálisis, y es especialmente significativo por cuanto se desarrolla en el capítulo sobre la regresión, anunciando así la interpretación que propondrá Lacan de la regresión psicótica con el título de «forclusión del Nombre-del-Padre». Para Freud la forclusión, que se define como la incapacidad del yo para huir de sí mismo, entraña en efecto el repudio de la identificación, en cuanto ella se basa en la asunción del patronímico, tal como Freud lo enunciará explícitamente en Moisés y la religión monoteísta. «La represión -escribe Freud- es la condición preliminar de la formación de síntomas, pero es también algo de lo que no conocemos nada análogo. Tomemos un impulso, un proceso psíquico dotado de una tendencia a transformarse en acción: sabemos que ese impulso puede ser descartado, rechazado, condenado. De tal modo la energía de que dispone le es sustraída; se vuelve impotente, pero puede subsistir en calidad de recuerdo. Todas las decisiones cuyo objeto es ese impulso se toman bajo el control consciente del yo. Las cosas deberían suceder de otro modo cuando el mismo impulso sufre una represión. Conservaría su energía, pero sin dejar junto a ella ningún recuerdo. El proceso mismo de la represión se realizaría sin que el yo lo notase. Se advierte que esta comparación no nos acerca en absoluto a la comprensión de la naturaleza de la represión.» Así, el repudio al que se refiere la Verwerfung encontrará sus raíces en la expulsión de un contenido de experiencia fuera del yo, en función del principio de placer. Esto es lo que Freud recuerda en 1925, en su artículo sobre la negación. La existencia en la realidad encontraba negada su representación. «El estudio del juicio nos revela y quizá por vez primera nos permite penetrar en el modo en que se engendra una función intelectual a partir del juego de las mociones pulsionales primarias. El juzgar es el desarrollo ulterior, adecuado a un fin, de la inclusión en el yo o de la expulsión fuera del yo que, originalmente, se rigieron por el principio de placer. Su polaridad parece corresponder a la oposición de los dos grupos de pulsiones cuya hipótesis hemos aceptado, La afirmación -como sustituto de la unión- pertenece al Eros; la negación -sucesora de la expulsión- pertenece a la pulsión de destrucción. Es verosímil que el gusto generalizado por la negación, el negativismo de muchos psicóticos, tenga que comprenderse como indicio de la desmezcla de pulsiones por retiro de los componentes libidinales. Pero la operación de la función del juicio sólo resulta posible por la creación del símbolo de la negación que le ha permitido al pensamiento un primer grado de independencia con respecto a las consecuencias de la represión y, por ello, con respecto a la coacción del principio de placer.» Antes de haber sido ilustrado por Lacan con la expresión «forclusión del Nombre-del-Padre» en la teoría de la psicosis, el alcance operatorio de esta noción se puso de manifiesto en Moisés y la religión monoteísta, por la extensión que allí recibe al orden del desarrollo histórico.

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Lic. Inés Tornabene

Psicóloga