Varias veces me preguntaron si puedo “adaptar” recetas de pastelería tradicional a la cocina vegana. No sigo una dieta vegana y por falta de tiempo y de información suficiente, pospuse la tarea de incursionar e investigar. Hasta ahora.
Por veganismo se entiende una dieta alimenticia sin productos de origen animal. Pero, además, hay un aspecto filosófico que consiste en llevar un estilo de vida basado en la ética y el respeto hacia todos los seres sintientes. Así, no sólo alcanza a la alimentación, sino al consumo de productos y subproductos provenientes de animales para la vestimenta y la higiene personal. Esta filosofía defiende los derechos de los animales, lo que implica también el repudio a toda forma de explotación, ya sea en los deportes, entretenimientos y pruebas de laboratorio, por nombrar sólo algunos.
Quienes practican la filosofía vegana no consumen carne animal ni sus derivados (leche, huevos, miel), ni usan pieles de animales ni productos cosméticos en los que se realicen pruebas con animales. Tampoco asisten a espectáculos como circos, zoológicos o acuarios.
Desde el punto de vista médico y nutricional, existen diversas posturas acerca de los beneficios y perjuicios de llevar una dieta vegana. Los veganos más responsables y que afirman sus beneficios señalan que se puede llevar una dieta vegana saludable siempre que sea equilibrada en los nutrientes que la componen y recomiendan la consulta a un profesional de la salud para realizar controles. Del otro lado, hay médicos y nutricionistas que indican que hay determinados nutrientes que necesitamos que no son producidos por nuestro organismo y que sólo se obtienen en cantidades suficientes consumiendo productos de origen animal.
Más allá de las razones científicas que avalen una u otra postura, como filosofía de vida y adorando a los animales en general y a mis mascotas en particular, coincido con muchas de las críticas que se realizan tanto a la industria alimentaria (críticas que provienen también de personas que no practican el veganismo) como a determinadas prácticas (corridas de toros, carreras de galgos, riña de gallos, zoológicos, etc). En especial (y no voy a extenderme porque hay mucha y muy buena información ya escrita) en todo lo referente al estado actual de la industria alimentaria y la forma de obtención de determinados productos. Pero no sólo de los animales y sus derivados, sino también lo relacionado con la contaminación ambiental en general, los pesticidas que se utilizan en los cultivos, etc.
A la hora de evaluar si elaborar o no un producto de características veganas, me puse a investigar en qué consiste esta cocina y de qué forma se realizan los reemplazos. Hay muchas cuestiones químicas que intervienen a la hora de elaborar determinada preparación (como la química de las claras y las yemas de los huevos) que me resultan aún complejas a la hora de pensar un producto de pastelería ciento por ciento vegano pero que resulte de consistencia y sabor similares a uno de pastelería tradicional (todavía no encontré una fórmula para elaborar merengue vegano, por ejemplo). Lo que si estoy en condiciones de afirmar es que un producto vegano es un producto saludable, por lo que, desde el punto de vista ético, puedo producirlo sin reparos.
Sobre la salubridad nutricional de una dieta vegana a largo plazo, no me considero en condiciones de brindar una afirmación todavía.
Hay muchos puntos a tener en cuenta como cocineros a la hora de la elaboración de recetas veganas. En principio solo me interesan el desafío que implican las de pastelería, donde me enfrento con algunos interrogantes químicos interesantes, que tienen que ver no con los sabores sino con la estructura y textura del resultado final. Una de las observaciones que hay que dejar aclaradas es que cuando hacemos reemplazos -por ejemplo, sustituir un huevo por semillas de lino y agua o bananas-, hacemos una sustitución gastronómica y no una sustitución nutricional, con lo cual, el resultado puede llegar a ser bastante similar pero sólo desde lo culinario y no desde lo nutricio.
Por eso para mi no se trata de buscar una receta en internet y probarla sino entender cómo funcionan los procesos internos que nos dan un determinado resultado final.
Hice tres recetas básicas y ya las probé, dos de las cuales quiero perfeccionar todavía más, y una está lista para ser compartida, mientras sigo con otras pruebas de texturas para otras elaboraciones. Se trata de una remake del clásico budín Quatre Quarts.
Budín de chocolate Oreo
Ingredientes
75 gr de harina de trigo
25 gr de fécula de maíz
25 gr de cacao amargo Oreo
5 gr de polvo para hornear
125 cm3 de aceite de girasol
125 gr de banana
125 gr de azúcar
Preparación
- Aceitar un molde de budín. Es conveniente colocar tiras de papel manteca que sobresalgan para facilitar el desmoldado (incluso cuando el molde sea de teflon)
- Precalentar el horno a 180ºC
- Batir el aceite con el azúcar e incorporar el puré de banana hasta lograr una crema homogénea y totalmente integrada
- Agregar los secos tamizados y mezclar hasta que queden totalmente integrados y sin grumos
- Volcar en el molde y llevar al horno
- Tiempo de cocción: aproximadamente 45 minutos o hasta que probando con un cuchillo o palillo salga seco
- Desmoldar y dejar enfriar sobre una rejilla
La parte más dificultosa es el punto de cocción, ya que si nos excedemos en el tiempo la corteza quedará demasiado crocante y el interior seco, y si falta cocción el centro quedará crudo. Luego de los 35 minutos se puede ir probando.
Se trata de un budín húmedo. Como el chocolate es fuerte el sabor de la banana es prácticamente imperceptible.
Bon appetite!
Agradecimiento
Va mi agradecimiento profundo a Sol Castelli por estimularme y plantearme el desafío!
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...