Solemos apresurarnos en calificar los hechos de nuestra vida como «buenos» o «malos». Y al visualizarlos como «buenos» o «malos», nuestros estados de ánimo cambian. Si pensamos que algo es «malo» vamos a tender a sentirnos «mal» y lo mismo pasa cuando miramos algo como «bueno». Y sin embargo hay que tomarse un tiempo, poner una pausa, y dejar que las cosas vayan evolucionando hasta observar sus efectos. Algunos hechos «malos» pueden terminar siendo disparadores de grandes procesos de cambio que traen cosas «buenas». Podemos elegir sentirnos mal o podemos elegir aceptar el desafío de ser actores protagonistas de nuestra vida y transformadores de cualquier situación en algo mejor.