Cuando me diagnosticaron cáncer, el día que abrí el sobre con la confirmación de la biopsia, un sólo pensamiento me llenó la cabeza: ¿me quedaba todavía una oportunidad?
Cuando estamos inmersos en nuestro día a día, no nos damos cuenta que la vida transcurre y que es hermosa y que cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo es una oportunidad. Para hacer lo que queramos. Para ser lo que queramos. A veces la vida nos tiene que dar un knock out, nos tiene que sentar de cul* para que tomemos consciencia que hay un momento en que esas oportunidades se terminan.
Ese día me senté delante de mi querido doc y le pregunté si tenía esa oportunidad. Es lo único que le pedía al Universo.
Pude acceder a una cirugía, a quimio, a radio, a medicación, a una alimentación que me cambió el metabolismo. Hoy además complemento con un tratamiento natural, con Reiki, con meditación, con muchas cosas más. Pero sobre todo aprendí a perdonar, a soltar, a liberarme de lo que cargaba en la mochila, aprendí a quedarme liviana y a centrarme en el valor que tiene estar vivo y lo que vale cada minuto de la vida.
Ese aprendizaje lo pude hacer desde la gratitud. Cómo no despertarme cada día dando las gracias?
A veces vivimos para trabajar, postergándonos, llenos de miedos y sin darnos cuenta lo rápido que pasa todo. Todos compartimos el mismo destino, un día vamos a dejar este plano. Eso no es lo dramático. Lo dramático es que ese día te sorprenda y te des cuenta que te quedaste sin intentar cumplir tus sueños.
No esperes a que la vida te de un preaviso. Empezá hoy a disfrutar tu aquí y tu ahora agradeciendo que estás viv@ y que esa es la verdadera oportunidad que la vida te da para que puedas decidir cómo vivir. Cada minuto de vida es un minuto donde podes decidir ir por tus sueños.
Que nadie te diga que es imposible.