El “flow” es un estado en el que la persona se encuentra completamente absorta en una actividad para su propio placer y disfrute, durante la cual el tiempo vuela y las acciones, pensamientos y movimientos se suceden unas a otras sin pausa (Csikszentmihalyi). La totalidad del ser está involucrada: lo físico y lo mental; las habilidades son llevadas al extremo, el tiempo se deforma y se pierde su verdadera dimensión, las percepciones también se distorcionan… Una persona está en flow cuando la actividad que está realizando, sea un deporte, un momento de creación artística o disfrutando una película, lo absorbe por completo y siente un estado de liviandad y disfrute dificil de describir.
Algunos autores (Scanlan, Stein y Ravizza, 1989, p. 79) adjudican a esta experiencia la característica de realizarse “sin esfuerzo, frecuentemente perfectas” y que producen “una experiencia intensa y memorable de una naturaleza aparentemente sensorial”. Se trata, sin dudas, de uno de los fenómenos más interesantes en la Psicología del Deporte, que al ser relatadas por los deportistas, incluyen descripciones sobre fuertes cambios en la conciencia y percepción de sí mismos, y de los aspectos del medio ambiente, llenos de un estado emocional positivo, agradable, satisfactorio, con una concentración y control total sobre lo que están haciendo y sientiéndose completamente identificados y unificados con sus acciones, obteniendo generalmente un rendimiento óptimo.
Los primeros reportes de este fenómeno lo han asociado con el rendimiento automático (Griffith, 1924), o sea, la capacidad que tendrían algunos deportistas de reaccionar efectivamente a los estímulos sin una asistencia de la conciencia. Esto se debió a que en muchos casos de actuaciones brillantes, los atletas no lograban recordar cómo habían llevado a cabo sus ejecuciones. Casi 40 años después encontramos dos constructos fuertemente relacionados con el actual concepto de flow: la experiencia cumbre (Maslow, 1973) entendida como un momento intenso y extremadamente apreciado, y el rendimiento cumbre (Privette, 1983) definido como un episodio de funcionamiento superior. Fue posteriormente que Csikszentmihalyi sumó el flow a estas descripciones de experiencias humanas intensamente positivas.
Es interesante observar cómo los atletas de distintos deportes describen este estado. Así tenemos una serie de expresiones enumeradas por Unesthal (1995) en el habla inglesa: “hot night” (noche caliente) utilizada entre los basquetbolistas, “ski out of their heads” (esquiar fuera de su cabeza), “runner’s high” los corredores, “go into the tunnel” (ir dentro del tunel) en el caso de los tenistas (López Torres, 2006).
En rugby se utiliza la expresión “purple patch” (mancha morada). Lo llamativo es que la frase describe la actuación total del equipo, generalmente un período del partido, un momento, donde al equipo en cuestión todo le sale bien. Ejemplos de expresiones: “all this happened in a purple patch of half an hour, but then almost inevitably Sawston relaxed…” (todo esto sucedió en una “mancha morada” de media hora, pero después inevitablemente Sawston se relajó…); “Wigan enjoyed a purple patch with three tries in an inspired 10-minute spell…” (Wigan disfrutó una “mancha morada” con tres tries en diez hechizantes e inspirados minutos); “Then Mountauban hit their purple patch” (Luego Mountauban alcanzó su “mancha morada”). Ocasionalmente también se utiliza para una actuación individual.
Esta expresión es tan conocida en el rugby inglés que ha inspirado, incluso, el diseño de la nueva camiseta de la Rosa. La empresa Nike, en lugar de decidirse por el rojo, color tradicional del equipo inglés, optó por el morado, promocionando incluso la nueva indumentaria como la “England Rugby’s purple patch”. Incluso el capitan del equipo, Steve Borthwick señaló hace unos días: “No tengo dudas que los jugadores estarán más motivados que nunca cuando salgan a la cancha usando estos colores”.
Volviendo a las expresiones utilizadas para designar la experiencia de flow en general, una de las más repetidas en los últimos años es “in the zone”, o sea, “estar en la zona”, expresión también relacionada con la IZOF (Individual Zone of Optimal Functioning, zona individual de óptimo funcionamiento) de Yuri Hanin (2000). Algunas de las comparaciones que han alcanzado al flow han sido las experiencias místicas, religiosas, hipnóticas, los estados zen y hasta con los estados alterados producidos por drogas psicotrópicas.
La experiencia de flow se asocia con el rendimiento óptimo. Si bien no hay muchas investigaciones aún, los autores en general se inclinan a intentar una articulación con conceptos como la fortaleza mental, por lo cual es evidente que el centro de la cuestión se enfoca a cómo manejan estos deportistas su concentración, el compromiso que tienen con su práctica, su autoconfianza, el control para manejar su propio estado mental y las presiones internas y externas y, sobre todo, el nivel de conocimiento de sí mismo que poseen. Y, obviamente, no podrán quedar fuera de los estudios las correlaciones con la motivación intrínseca del deportista, la percepción de competencia, la orientación a la meta o al resultado, el clima anímico que lo rodea, la comunicación entre los integrantes del equipo, su historia personal, etc.
Pero… si bien la experiencia de flow se asocia con el rendimiento óptimo en el deporte, Csikszentmihalyi lo vincula con las vivencias positivas en general, con experiencias como la creatividad, la satisfacción y, sobre todo, la capacidad de implicarse totalmente con la vida. El flow no es una exclusividad de los deportistas. Este autor describe el flow como “el estado en el cual las personas se hallan tan involucradas en la actividad que nada más parece importarles… la experiencia, por si misma, es tan placentera que las personas la realizarán incluso aunque tenga un gran coste, por el puro motivo de hacerlas (2003, p. 16). También sostiene que son momentos excepcionales, donde no hay conflicto ni contradicciones con lo que sentimos, lo que deseamos, lo que pensamos y lo que hacemos, todo al unísono, todo en la misma dirección. Agrego yo que el miedo no tiene lugar alguno en esta experiencia, ni el enojo, ni el pesimismo ni la ansiedad, y evidentemente, tampoco estarán presentes ninguna de las manifestaciones físicas que estas emociones provocan, en el deportista o en cualquier ser humano, simplemente por ser incompatibles. Podríamos pensar que cuanta mayor conexión tenga una persona con su propio interior y mejor conocimiento tenga de sus propias emociones y sentimientos, mayores posibilidades tendrá de trabajar cada uno de los aspectos que le impiden vivir, en algún momento, una experiencia de este tipo, tan directamente relacionada con la capacidad de disfrutar lo que se hace, tan íntimamente unida a la potencialidad de dejarse llevar.
Siempre siguiendo a Csikszentmihalyi, vamos a enumerar las nueve dimensiones que caracterizan al estado de flow:
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El equilibrio entre “reto” o desafío y la propia habilidad
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La fusión entre acción y atención
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Las metas claras
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Un feedback claro y sin ambigüedades
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La concentración en la tarea que se está ejecutando
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El sentido de control sobre lo que se está haciendo
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La pérdida de autoconciencia
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La transformación del tiempo
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La experiencia autotélica, o sea, intrínsecamente recompensante
Otros autores (Privette, 1983) comparten algunos y agregan otros componentes:
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Diversión
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Alto nivel de goce o disfrute
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Alto nivel de comportamiento
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Fusión con el mundo (sensación de ser uno con el entorno)
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Sociabilidad o afabilidad (lo opuesto de la sensación de enojo)
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Pérdida del ego
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Motivación intrínseca
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Actividad planeada y estructurada
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Experiencia autotélica
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Sentido lúdico (la sensación de estar jugando y no compitiendo)
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Pérdida de la percepción de tiempo y espacio
Así, podríamos seguir agregando descripciones. Pero, en definitiva, podemos concluir diciendo que si tratamos de encontrar un hilo conductor entre todos estos componentes, parecería que el concepto de “libertad” es un unificador y posibilitador de las variadas sensaciones vinculadas al flow y que desembocaría en la posibilidad de disfrutar el momento. Quien tenga la técnica, pero no la capacidad de disfrutar, dificilmente se acercará a la experiencia de flow; quien tenga la capacidad de disfrutar podrá llevar un rendimiento medio a uno mejor. En suma, la posibilidad de disfrutar y la posibilidad de rendir van de la mano para generar estos estados tan especiales. No perdamos de vista que esto va más allá de la actividad deportiva; este estado puede alcanzarse también en la actividad creativa o incluso en lo cotidiano, en diversas magnitudes.
Por último me parece interesante señalar que Privette (1983) observó que hay actividades que favorecerían o inducirían sensaciones similares al flow, como ser: la apreciación de la naturaleza, del arte, la música, el amor sexual, la religión, la actividad física en general, el trabajo creativo, el nacimiento de un bebé, el conocimiento científico, la introspección, etc.
En la práctica de deportes hiperexigentes como el rugby, podemos dejar planteadas dos hipótesis: 1) el estado de alerta generado por la elevada exposición y riesgo físico desencadenaría o favorecería una elevada concentración, necesaria para afrontar el riesgo, lo que puede llevar a una elevación del rendimiento general. Esto sería un estado propiciador de la aparición del flow o “purple patch”, y 2) para que aparezca un estado como el de flow en un equipo, debe existir un determinado nivel de comunicación y conocimiento entre sus integrantes.
Ojalá algún día quienes nos dedicamos a la Psicología del Deporte podamos llevar adelante investigaciones que nos permitan profundizar en estos conocimientos y generar nuevas herramientas y técnicas para colaborar con nuestros atletas para mejorar su rendimiento y su calidad de vida como personas.
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Lic. Inés Tornabene
Psicóloga
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