Despertar, agradecer, sonreír

No siempre tenemos ganas de sonreír. Es cierto. Y lo mejor es dejar salir la tristeza para afuera, la bronca, la frustración.

😭 Llorar sana, el llanto contenido es como un veneno oxidante para el alma. Nos oxida el alma, nos corroe. Como decía Moria, si querés llorar, llorá. Todo, hasta vaciarte.

☺️ Pero mis amores, a la tristeza, al llanto, al enojo, a la bronca LES VAMOS A PONER UN PLAZO. No vamos a vivir siempre enojados, ni siempre tristes… porque esa no es nuestra naturaleza. Vamos a permitirnos un horario. Y cuando estemos muy cancheros en esto, vamos a aprender a que el enojo no entre en nuestra alma.

👉 No poder salir de la tristeza requiere ayuda profesional, y no puede ignorarse. Hay que buscar ayuda si no logramos salir! Sin mi terapia no hubiera podido transitar estos últimos meses. Pero a los enojos “comunes” no les vamos a dar poder.

🌈 Me despierto. Ahí, en ese estado de duermevela, tomo conciencia que estoy viva. Agradezco (“estoy VIVA, un día más, vamos!). Ya despierta me cae la ficha: ESTOY VIVA!!!!! Tengo otra oportunidad. La sonrisa sale sola.

🙏 Por favor, no dejes atrás ese instante posterior a despertarte sin DARTE CUENTA que estás vivo!!!! Es un instante único en tu día. Y agradecé.

☺️ Pararnos en la gratitud nos cambia la vida 🌹

Lo innegociable

Te pasó tener que definir un tema muy importante en tu vida? De esos que pueden cambiar radicalmente todo? Hay veces que vamos caminando la vida y nos encontramos de frente con una bifurcación del camino. Si tenemos suerte hay señales, pero a veces está tan oscuro que no vemos nada.

Creo que en esos momentos una de las formas de tomar decisiones es acallando la mente y sintiendo. Y eso me lleva al tema de lo negociable y lo innegociable.

Cuáles son las cosas innegociables de tu vida?

En mi caso lo innegociable son esas cosas que cuando las pienso y tengo que ir en contra, mis tripas, mi esencia me dice «Stop!», «Alto» y se que de ninguna manera puedo hacer algo en contra de eso.

Y no me refiero a los grandes temas de la vida únicamente, me refiero a cosas que quizás son más chicas, como ir a un lugar, encontrarte con alguien o hacer algo puntual. Pero ahí están tus tripas revolviéndose y diciéndote «no».

Lo negociable son todas esas variables que el tiempo puede afectar, que podés reconfigurar, que podés aceptar y que no te genera un perjuicio ni una emoción tan displacentera… son como rutas alternativas que tal vez te demoren o te hagan el camino más largo, pero que en determinados momentos podés decidir aceptar la demora por algo más importante.

Cuando tengo que tomar una decisión de las gordas gordas, me doy un espacio para pensar con las tripas. Raramente se equivocan.

Cuando hay en juego cosas demasiado importantes, es necesario sentarse con uno mismo a ver hasta donde podemos negociar y hasta donde mi esencia me permite hacer o no hacer algo que puede tornarse intolerable o insoportable.

Mi consejo es que si te encontrás con algo que es intolerable para tus tripas, frenes. Es un aviso. Es como avanzar pese a que te encontraste en la ruta con un cartel que te dice que el camino está cerrado. Cuando tus tripas te avisan, la señal suele ser de peligro.

En cambio, con las cosas que podés negociar, se trata de meras transacciones momentáneas, son mojones en la ruta, con desvíos para ir a reaprovisionarse, sabiendo que aunque te demores, el destino final está a salvo, que vas a llegar.

Prestale atención a tu esencia, a tu corazón, a tu alma o a tus tripas, como te guste más llamarlo. Hay momento que la razón nos puede jugar una mala pasada, con sus argumentos de las conveniencias y las seguridades. A veces es necesario darse cuenta cuáles son las cosas innegociables porque cuando transgredimos esas cosas, lo que se nos va en ello suele ser nuestra propia salud.

Tu mente está dentro de tu cuerpo, no existe tal dicotomía mente/cuerpo, pero a veces hay que dejar que el cuerpo también nos «hable» solito y aprender a escucharlo. Escuchá cuando te dice «por acá si» o «por acá no». Es un instante antes de que la razón se apodere de la situación. Tené en cuenta ese instante, ese instinto, esa intuición. Raramente falla.

«Me hacés enojar»

Muchas veces escucho la frase: “tal persona me hace enojar” o “tal situación me hace enojar”. Realmente creemos que es otra persona o que es una situación la que “nos hace” enojar???

No son los acontecimientos externos ni las personas quienes “nos” enojan. Hay un momento en que nosotros nos permitimos perder el control de la situación y le damos rienda suelta a nuestro cerebro más primitivo en lugar de serenarnos y dejar que nuestro lóbulo frontal tome control de la situación y comience a analizar.

Si cuando descubrimos un disparador para nuestro enojo frenamos, respiramos profundo tres o cuatro veces, ponemos la mente en blanco y nos concentramos en nosotros mismos, vamos a permitir dejar de lado la emoción y permitir que llegue el pensamiento racional.

Si en cambio elegimos darle poder a las situaciones o personas entonces además de todo, perdemos el control.

Te propongo que te tomes dos minutos y recuerdes qué cosas y/o personas “te enojan” y lo anotes. Te pusiste a pensar por qué te generan esa emoción? Cuáles son los disparadores del enojo? Qué pasa cuando te ven enojado/a? 

Por un ratito, primero yo

Mis pacientes conocen un ejemplo que suelo dar: cuando viajás en avión hay indicaciones de seguridad en el momento del despegue. Ahora suele ser un video, antes era siempre una azafata quien te explicaba que, en caso de viajar con niños o personas que requieran asistencia y de producirse una emergencia, al caer las máscaras de oxígeno primero debemos usarlas nosotros y luego colocarla al otro.

Cada vez que pregunto “a quién le colocarías primero la máscara, a vos o a tu hijo?”, invariablemente la respuesta es “a mi hijo”. Si fuera así, la consecuencia sería que te quedarías sin suficiente oxígeno y te desmayarías, y no podrías cuidar a nadie.

En la vida de todos los días es igual. Cuando no guardamos una reserva para nosotros mismos, no podemos seguir sosteniendo a los demás. Hay un narcisismo bueno, un egoísmo bueno que nos protege para seguir sanos y con energía.

No podemos querer a los demás si no nos queremos. No podemos cuidar a nadie si primero no nos aseguramos estar bien nosotros. Ahí donde comienza el sufrimiento, el dolor, el malestar es el momento de preguntarse por qué razón nos ofrecemos para el sacrificio.

Para muchas personas esto es natural y también están las que no registran las necesidades de su entorno. Pero para algunos es muy difícil ponerse como prioridad porque comienzan a sentirse culpables. Cambiemos la palabra “culpa” por “respondabilidad”. Miremos si estamos asumiendo responsabilidades ajenas, pensemos que si cargamos de más nuestra mochila no sólo no la vamos a poder llevar sino que el dueño real de la carga no va a aprender nada.

Dediquémosle tiempo a cuidarnos y a querernos. Tenemos una sola vida y pasa demasiado rápido. Nos merecemos ratos de descanso, de alegría y de disfrutar. El buen amor comienza por nosotros.

¿+ o -?

Se que a muchas personas les sirve la práctica del pensamiento positivo. Pero algunos lo llevan a un extremo tal que coquetea con la negación.

Las personas “fuertes” no son las que sólo tienen pensamientos positivos y que se convencen que “todo” va a salir bien. La vida no es así, las cosas a veces no salen como queremos.

Una persona “positiva” aprendió a reconocer sus pensamientos y emociones “negativas” (permítanme relativizar los términos), mirarlas cara a cara y resolver qué hacer con ellos.

La tristeza y sus compañeros tienen funciones claves en nuestra vida. Nos ayudan a interrogarnos, a “darnos cuenta”, sirven para la reflexión y para resolver qué hacer con eso.

Después de todo se trata de pasarla lo mejor posible todo lo que se puede y sin drama innecesario. Pero cuando la tristeza tiene una razón, hay que hacerle un lugar. Vivirla nos dejará no sólo la enseñanza sino también la posibilidad de valorar los momentos de alegría.

Creer en tomar el control y entrenarnos a ser personas «positivas» le saca mucho al «personas» y le asigna un valor holliwoodense a lo «positivo». Si la evolución nos permitió ocupar la cúspide de la pirámide zoológica, no es para que nos entrenemos para una competencia de agility humano, sino para que usemos el cerebro y desarrollemos nuestra creatividad en función de nuestra libertad. En especial, la libertad para romper con todos esos conceptos cliché que pretenden engatuzarnos y hacernos creer que si no respondemos a los modelos y a los mandatos no somos todo lo «buenos» que deberíamos.

Seamos libres para, también, dejarnos estar tristes, felices, enojados, ansiosos, malhumorados, esperanzados, enamorados, de duelo, o como sea que queramos estar. Rompamos un poco o mucho con la película y banquémonos la insoportable levedad de ser.

Fluir

Una de las cosas que aprendí es a no forzar los acontecimientos. Si tenés que forzar amistad, amor, atención, una conversación, lo que sea, no vale la pena. Las cosas tienen que fluir, el dolor a veces enseña, otras veces es inútil.

Madejando y desmadejando

A veces uso en el consultorio el ejemplo de las madejas de lana y los nudos, qué pasa cuando tiroteamos y tensamos los hilos de nuestra vida, en lugar de aflojar y dejar que se vaya descubriendo dónde están los nudos, las fijaciones, los «enrollamientos» que no nos dejan ver más allá de lo que tenemos frente nuestro. Hoy me llegó este video, oportuno, hermoso, poesía pura. Todos somos madejas, le podemos dar la forma que queramos, que podamos, que inventemos, madejando y desmadejándonos.

Gracias Majo! Disfrútenlo.

Limpiando

1496379_10202843470107357_634119207_oCuando se acercan los últimos días del año siento una poderosa necesidad de empezar a abrir cada rincón de mi casa y revisar todo. No me gusta que quede ni un centímetro sin dar vuelta. Hay un día, cualquiera, cerca del 29 de diciembre, donde pongo todo al revés.

Ese día cualquiera se transforma en el día de tirar todo lo acumulado durante el año y que no se usa durante un largo período de tiempo. No importa cuanto. Es tomar contacto con los objetos y sentir sus vibraciones. Hay cosas que están vivas y hay cosas que están muertas. Y esas cosas muertas hay que dejarlas ir en la forma que sea.

Amo esos días de limpieza.

Hago en mi casa lo que intento hacer en mi alma.

Mis balances anuales, en los últimos tiempos, se transformaron en días de dejar ir. Dejar ir sentimientos que no sirven para nada, emociones arrumbadas y que sólo oxidan el espíritu. Días de hacer espacio para todo lo bueno que viene, días de limpiar muebles y cajones, pero también de revisar a fondo los pensamientos y los sentimientos.

Días para dejar sólo lo que sirve y soltarle la mano al resto.

Hoy noté que este año no acumulé muchas cosas materiales inútiles en mi vida este año. Aumentaron mucho los utensilios de cocina, todas las herramientas que sirven para nutrir a los que amo. Se vaciaron bastante los roperos y dejaron solo lo indispensable. El escritorio está muy despojado después de la limpieza de esta mañana. Señal que se avecina un tiempo de mucho trabajo con las palabras.

Había algo que quería revisar bien en el alma. Busqué y rebusqué a ver si quedaba algo de rencor en mi. Me alivió profundamente no haber encontrado ni rastros.

El rencor es uno de los sentimientos que más nos envenenan el alma.

Es bueno ver que hay sentimientos que a la más leve brisa, desaparecieron.

Es bueno saber que hay sentimientos que siguen perdurando contra tifones y tormentas aunque los hayamos dejado en libertad de ir donde quieran hace rato.

En la búsqueda…

… de la paz interior, cada uno tiene que hacer su propio camino, su propio recorrido. A algunos les gusta el camino de montaña, las cuestas, las dificultades, porque no se permiten llegar al momento de sentir que se merecen paz y felicidad.
Otros prefieren la llanura, la playa tranquila, la brisa suave.
No podemos ayudar a nadie a encontrar ni el camino ni la paz interior sin empezar a reconocer qué camino elegimos nosotros mismos y sin haber empezado a encontrar nuestra paz y nuestra verdad.
Los «maestros» son sólo guías. Pero hasta que no ponemos realmente voluntad para ir a fondo, tampoco pueden ayudar de mucho. Porque muchas veces estamos dispuestos a no escucharlos.
La peor lucha es cuando no queremos escuchar a nuestro propio corazón.
Cada uno de nosotros tiene que trabajar en su propio camino, verlo, reconocerlo, y en su propia búsqueda. Con la verdad propia asumida, recién podemos tender una mano.