¿Atrapados sin salida? Las situaciones imposibles: el doble vínculo, el catch-22, el absurdo y la paradoja

Es difícil describir con pocas palabras quien fue Gregory Bateson. Antropólogo, biólogo, científico social, cibernético, lingüista, ecologista… Otro genio surgido en Palo Alto. Alguien que pudo pararse entre la intersección de la ciencia y la sociedad, entre el hombre y el animal y articular conceptos provenientes de los mas diversos confines del conocimiento.

Uno de sus principales aportes, o con el que usualmente se lo relaciona, fue para el mundo de la Psiquiatría y se refiere a las formas de la comunicación esquizofrénica. Según Bateson, uno de los aspectos de la comunicación esquizofrenizante (preferentemente entre una madre y un hijo) se basa en el envío de dos mensajes, con la particularidad de que ambos son contradictorios y de que el destinatario del mensaje (el hijo) no tiene posibilidad de ignorar ninguno de ellos.

Voy a poner un ejemplo: una madre le dice al hijo: «tenés que ser espontáneo». El hijo no tiene la opción de ignorar el pedido materno, pero el mensaje es doble y de imposible cumplimiento: si no es espontáneo, no cumple con el mandato, y si cumple con el mandato de ser espontáneo, lo incumple por no «ser espontáneo», ya que obeceder el mandato se contradice con ser espontáneo. El hijo queda atrapado.

Otro ejemplo: «no lea este cartel». Para saber qué tengo que hacer con el cartel tengo que leerlo, precisamente lo que no debo hacer. Pero no se que no debo hacerlo hasta que incumplo.

Yendo al terreno comunicacional podemos recordar el primer axioma de la comunicación de Paul Watzlawick (muy relacionado con Bateson e integrante también de la Escuela de Palo Alto) y pensar la situación en que alguien le pida a otra persona: «no te comuniques con X». El cumplimiento es imposible, ya que no es posible no comunicarse. El silencio es una forma de comunicación, la que nos puede decir, entre un millón de posibilidades, que alguien no quiere comunicarse con nosotros. Pero el hecho mismo del silencio ya nos está comunicando algo.

Otro ejemplo es la clásica paradoja del mentiroso, quien al sostener «estoy mintiendo» dice que afirma algo y además dice algo sobre lo que dice: si estoy mintiendo entonces también es mentira que miento.

Una variante mucho mas informal del double bind, o doble vínculo, es el catch-22, una situación enigmática y cíclica, en la vida de todos los días, donde no hay ganador posible: si intentamos llegar a una solución, el mismo acto de la solución evita que la solución se produzca. Parece complicado, y lo es, tan complicado que existen muchas situaciones así en la vida de muchas personas, quienes, por si mismos o a instancia de otros, se han colocado en una situación paradojal o de cumplimiento imposible, y de la cual no saben como salir.

Por ejemplo: cuando nos ordenamos a nosotros mismos que nos olvidemos de una situación o de una persona, caemos en una situación paradojal o absurda, ya que para que podamos cumplir con el mandato de olvidar indispensablemente tenemos que recordar. Es evidente que si lo que pretendemos es dejar de querer, primero tenemos que ser conscientes que queremos. ¡¡¡No se deja de querer a alguien que ya no se quiere, no se olvida a quien no se tiene presente!!!. Y si queremos imponernos no pensar en algo o en alguien, la sola imposición lleva implícito el acto de pensar en eso mismo que queremos descartar.

Uno de los aspectos mas interesantes para trabajar con deportistas desde la Psicología del Deporte es la concentración y el manejo de los focos atencionales. Pero todo esto que vamos a entrenar con mucho esfuerzo y técnica se hace para llevar a cabo durante una competencia, o sea, durante un lapso de tiempo limitado y concreto. Dependiendo del deporte de que se trate, veremos en que momentos vamos a exigir concentración y en que momentos no, ya que podemos aprender a manejar los distintos tipos atencionales, pero el nivel de concentración tenemos que regularlo para que sea sostenible. Por ejemplo, sería absurdo pedirle a un golfista que se concentre durante todo el recorrido del green, pero en cambio, debe llevar el foco al máximo en los momentos previos y durante el golpe.

Pero, si lo que queremos es mantenernos concentrados y descartando determinados estímulos externos o internos con un esfuerzo consciente y voluntario por lapsos largos de tiempo (días enteros, meses, años) y dentro de una situación paradojal, lo que ocurrirá es que entraremos en un estado de absoluta parálisis. Eso son los casos cuando el paciente nos dice: «se que debo resolver esto, pero no puedo».

Cuando revisamos lo que «debe» resolver y no «puede», es probable encontrar que la persona deba hacer X, para lo cual también debe hacer Y, pero Y entra en contradicción con X. Además, por diversas circunstancias, no se permite realizar ningún comentario sobre lo absurdo o contradictorio de la situación. Ninguno de los dos imperativos pueden ser ignorados ni incumplidos (a veces encontramos la contradicción entre el deber ser y el querer, entre los mandatos y los deseos), y la persona se convierte en víctima de una situación insoluble, ya que no puede hacer ni lo uno ni lo otro.

Si dejamos el aspecto comunicacional y lo observamos con un ojo analítico, también podemos pensar que la situación de parálisis es, simultáneamente un síntoma, un beneficio secundario y el cumplimiento de un deseo inconsciente: nada resuelvo, sigo con todo lo que tengo, no elijo, no me arriesgo, y mantengo todos los planetas girando a mi alrededor. Recién cuando esta situación llegue a vivirse como algo molesto y llegue a ser insoportable, comenzarán las objeciones.

A veces la víctima espera que algo externo termine con el martirio: veamos la situación del hijo que no puede casarse por no dejar sola a su madre; si no logra trabajar el vínculo patológico con su progenitora, la posible solución es esperar a que esta muera… O que su novia lo deje. En ninguna de las dos la víctima resuelve. A veces otra solución posible es la propia enfermedad, física o mental, como única vía de escape factible.

Situaciones como las descriptas en el párrafo anterior encuadran en lo que llamo las situaciones «imposibles», en las que sentimos que, hagamos lo que hagamos, vamos a estar obrando mal. Un ejemplo de esta situación imposible es cuando le decimos a alguien: «no quiero influenciar en tu decisión». Automáticamente nos colocamos en una situación de resolución imposible, ya que cualquier cosa que hagamos puede ser evaluada como una posible influencia, por quien quiere hacer, o no hacer, o para el beneficiario de la falta de influencia. Lo peor de todo es que la propia inacción o el silencio puede ser percibida como un castigo dirigido con la intensión de lograr algo. El resultado es que será imposible determinar qué hacer y qué no hacer y se caerá en la parálisis por imposibilidad de realizar una acción que no contradiga la premisa desde la cual se partió. Acá no hay objetividad posible, ya que lo único que dará pautas será la subjetividad de los involucrados, y cuando la comunicación no se explicita porque también se vive como una forma de influencia, la paradoja se vuelve cada vez más compleja. Lo único que queda es subir un escalón más arriba, y desde lo metacomunicacional admitir que todo lo que se hace o no se hace en una interacción en un sistema influye en las partes involucradas y se retroalimenta (feedback). Este es uno de los principios básicos de la cibernética comunicacional y del análisis sistémico.

Ahora bien; pese a que en apariencia tengamos un solo personaje o “víctima”, por lo general estos dramas han sido descriptos como un «proceso interaccional interpersonal». No solo lo sostiene P. Watzlawick en Estructura de la Comunicación Psicótica, sino, por ejemplo, la literatura psiquiátrica francesa (Lasègue, Falret, entre otros, al analizar la «folie a paix», y el propio J.J. Lacan). La complejidad de estas situaciones, en general, no pueden atribuirse a una sola persona. En la mayoría de los casos hay una estructura familiar que predispone desde la infancia a las situaciones paradojales. Para estos casos, cuando el paciente llega a la consulta, no sólo se recomienda el tratamiento individual sino la terapéutica familiar sistémica, por ser la técnica que mejor aborda el problema comunicacional.

Una de las formas de salir de la situación paradójica es recurrir a la metacomunicación, o sea, realizar un análisis de la forma de comunicación que estamos utilizando en una interacción personal. Vamos a tomar, por ejemplo, el axioma 3, «La naturaleza de una relación depende de la puntuación de las secuencias de comunicación entre los comunicantes» y vamos a suponer la situación de dos personas donde una grita y la otra pega. Para la persona que grita puede ser: «grito porque me pegás», mientras que para la que reacciona con el golpe puede ser «te pego porque me gritás y eso me violenta», a lo cual la otra va a responder: “cuando te violentás y me pegás, grito” y así sucesivamente. En esa situación cada uno asigna una puntuación arbitraria desde donde parte y que depende de la vivencia personal de como es la relación, cuando en realidad es intrascendente desde donde se arranca, ya que lo que se ha generado es un círculo donde A genera la acción de B y B genera la acción de A y A genera la acción de B, sin fin. En una situación paradójica, también será necesario ver que hay que hacer X y no se puede hacer Y, pero si al no hacer Y no podemos hacer X, tendremos que descubrir cuál es la situación ilógica que genera la parálisis y que no se puede ser lógico y coherente en una situación ilógica e incoherente. Aunque la puntuación, el lugar desde donde se arranque, sea intrascendente desde lo terapéutico (no nos interesa quien arrancó, si el que grita o el que pega), en algún punto nos tenemos que situar para el análisis de los hechos y hacerle ver al o los involucrados lo absurdo del planteo.

Me parece imprescindible para comprender lo difícil de estas situaciones ilustrar con un ejemplo de Watzlawick:

«Un padre alcohólico mixtificará* probablemente a sus hijos exigiendo de ellos que le vean como un padre amante y tierno y no como el borracho temible y violento que es efectivamente. En consecuencia, si sus hijos manifiestan su temor cuando regresa a casa borracho y les amenaza, se ven colocados en un callejón sin salida, pues deben negar su percepción a fin de prestarse a la mascarada de su padre. Supongamos que, después de que lo han conseguido, el padre les acusa súbitamente de tratar de engañarle enmascarando su miedo, es decir que les acusa del mismo comportamiento que les ha hecho adoptar bajo el terror. Entonces si los niños dejan traslucir su temor, serán castigados por haber sobreentendido que su padre es un borracho peligroso; si ocultan su miedo, serán castigados por su «insinceridad», y si fueran capaces de protestar y meta comunicarse (ej.: «mirá lo que nos hacés…») se arriesgarían a que les castigaran por insolentes. La situación es verdaderamente insostenible«.

Pero Bateson fue optimista y pensó que se podía salir de este tipo de paradojas. Para ello es necesario pasar del nivel de Aprendizaje II, al nivel de Aprendizaje III. Pero los niveles de aprendizaje desarrollados por G. Bateson exceden el objetivo de este post y tal vez los retome en otro momento. Cuando estamos frente a situaciones imposibles, el mejor recurso parece ser, en primer lugar, descubrir la existencia de la paradoja y como está compuesta. En segundo lugar, abocarse a abrir la posibilidad de la metacomunicación, poniendo la paradoja sobre la mesa para analizarla. El tercer paso podría estar vinculado con el establecimiento de reglas comunicacionales. Y como estas situaciones se produce, en general, en el ámbito de una relación o un vínculo, se deberá conocer con la mayor claridad posible como percibe cada uno dicho vínculo. Durante todo el proceso es necesario prescindir de la puntuación de las secuencias paradojales. Y todo debe tender a salir de la parálisis, para lo cual muchas veces será necesario replantearse los esquemas de valores previos que sostienen las X y las Y, y si realmente puede autoexigirse el cumplimiento de lo imposible.

Muchas veces salir de la parálisis de la situación implica afrontar cambios que no se quiere afrontar, por lo cual muchas veces descubrimos que, lejos de querer salir de lo patológico, los involucrados prefieren aferrarse a la seguridad que la propia parálisis les da.

Cuando dentro de un vínculo no hay posibilidad de construir una metacomunicación eficiente, y entran a jugar otros factores como la denegación de la realidad o negación (la Verneinung) por parte de uno o todos los involucrados, el panorama se plantea mucho más complejo y patológico, por lo cual a veces resulta necesario recurrir a la ayuda profesional. Para el caso de las parejas “double bind”, Sager ha realizado un extenso análisis de las mismas y de la trampa que representa la comunicación paradojal en estos casos, dejando a cada partenaire atrapado sin salida.

Hoy las teorías de Bateson sobre el double bind en la esquizofrenia se han, casi, dejado de lado, no por no ser una de las formas típicas de comunicación entre los miembros de una familia esquizofrenizante, sino porque la comunicación paradojal es ahora mucho más frecuente y aceptada en los más diversos contextos, desde las publicidades en los medios de comunicación hasta en las relaciones familiares donde no hay ningún sujeto esquizofrénico. Al final de su extensa y prolífica carrera, Bateson se dedicó a estudiar el lenguaje y las formas de comunicación de los delfines. Creo que tuvo una excelente idea, siempre admiré la coherencia de los cetáceos.

* Con el término “mixtificación” Watzlawick se refiere a una de las tres estructuras de la comunicación psicótica, donde la divergencia no aparece entre afirmación y réplica, sino entre la declaración de uno y las percepciones, sentimientos e intenciones del otro. En una forma más abstracta, una comunicación mixtificante se enuncia: “Lo que usted ve (o piensa, o siente, o escucha) es falso. Yo le digo cómo son las cosas (o lo que usted debe escuchar, pensar o sentir)”